Vistas de página en total

miércoles, 18 de abril de 2012

(Ding¡!) Hemos iniciado nuestro descenso...


Dicen (y con mucha razón) que uno cuando sale de viaje piensa que por alguna mágica causa los “problemas” desaparecen, solo para encontrarse al regreso con la cagante tarea de desempacar la maleta y sacar de ella hasta el último “asunto pendiente” junto con los calcetines sucios… Será por eso que mis maletas duran por semanas semi-deshechas? Que sea por eso entonces.

Los aeropuertos son lugares muy interesantes. Culódromos (perdonen lo gráfico de mi narrativa) muy nutridos y variados -no me engaño a mí mismo- las mujeres más guapas y en sus mejores casuales/cómodas galas se pasean por los corredores y se sientan en las salas de espera ignorando elegantemente a toda la concurrencia ensimismadas con música en los oídos, su teléfono inteligente o alguna revistucha mamerta de esas en donde les dan tips de sexo, mismos que en su mayoría son más falsos que una moneda de tres pesos…

-Qué haces???

-Eh??? No sientes rico???

-Eee, esteee, casi no… Lo leíste por ahí, verdad?

-Jeje, jeje.. je

-(ay Cosmo¡! nadamás desinformando recurso humano con potencial…)


Pero bueno, estábamos en los aeropuertos… En cada etapa de la vida de uno se interesa en diferentes cosas, recuerdo tratar de adivinar, cuando niño, el “avión que nos tocaría”, ya más grandecito pensar ni nos iba a tocar abordar a patín desde el suelo o por el “gusano”. Nunca realmente contemplé, sino hasta por allí de los 16, el potencial pasarela de un aeropuerto.

De verdad, esa fantasía sexual tan repasada del baño del avión con una guapa azafata se esfumó hace mucho tiempo ya, basta con tratar de hacer pipí sintiéndote indígena maya con una tabla en la frente (el panel plástico que invariablemente te da en cara a menos que te sientes pa’ mear) todo entumido y acalambrado, en serio, lo último que pasa por la mente es “flush para dos”…

Las azafatas, recuerdo bien, siempre han llamado mi atención. Ellas son expertas en eso que llaman: “sacarse provecho”, hasta la más desgarbada mujer ya peinadita con jitomate y enfundada en ceñidos y a-mi-ni-fal-da-dos uniformes se ve guapetona, además se conducen con mucha seguridad. Era siempre agradable fantasear con un susurro al paso: “nos vemos en el baño en cinco”. Nunca llegó tal, en su lugar era siempre “pasta o pollo”?... pero ahora son “cacahuates o papitas”?...    

Las de aerolíneas asiáticas, por ejemplo, son una colección de hermosas muñequitas de porcelana, si tuviera que hacer una comparación gastronómica serían una bolsita de gummy bears que cobra vida y desfila con gracia sin igual…

Mis maletas siguen a medio desempacar allá, en otro cuarto, desde hace ya cinco días… Parte tendrá que ver con el desazón que produce dejar lugares familiares, agradables y personas entrañables a quienes duele no ver con frecuencia. Otra parte, estoy seguro, reside en el miedo a sacar eso, eso que saldrá seguramente justo después de los calcetines sucios.

Me pregunto si los nómadas tenían la ventaja de nunca tener que desempacar nostalgias, recuerdos rotos, y grandes frascos llenos de amargas lágrimas (que hoy en día deben de viajar en el equipaje documentado…) Por mí mejor¡! Debe, sin duda, haber sido una dinámica diferente para esas tribus, no muy lejana quizá de la de un circo, una compañía de teatro, de una de esas carpas viajeras en las que cuentan se podían ver en vivo a los grandes artistas y comediantes que nuestra generación solo conocimos en televisión. O también… se parece mucho… al estilo de vida de una… guapa y misteriosa… aza…fata…

Por otro lado, ayer recién platicaba con un buen amigo, con quien coincidimos en no sentir realmente un sensible arraigo en ésta ciudad. Si bien es cierto que tengo más tiempo de mi vida de residir aquí que incluso en mi ciudad de origen, no me siento “de aquí”, a veces me tienta la idea de mudarme a vivir a un lugar lejano, pero de una u otra manera, tendría que empacar en la misma maleta y cargar con “eso” allí dentro a otro lado, lo cual  tendría como destino el mismo callejón sin salida. No hay que bajar nunca la guardia ante esos cuatros mentales auto-impuestos.    

…Las de aerolíneas asiáticas… ahhh¡!...

La opción siempre permanece tentadora, no desempacar la maleta, dejar dentro los asuntos inconclusos. Total¡! Alguien quizá la ocupe antes que yo de nueva cuenta y se tome la molestia de vaciarla previo a echar lo suyo, mas mucho me temo que me dejarán sobre la cama “algo” y me dirán: creo que esto, es tuyo, acomódalo…

Abandonar la maleta con todo y su contenido (figurativamente hablando), tendría consecuencias dolorosas y severas… Está prohibido dejarlas fuera de nuestra supervisión, serán inevitablemente decomisadas y no devueltas nunca.

Hoy hacen ya más de trece años que decidí dejar de volar permanentemente para no deshacer maletas. Extraño a las azafatas, pero el personal de tierra tiene igualmente un atractivo mayúsculo.

Desde aquí veo la puerta del otro cuarto. Quizá sea ya hora de desempacar de una buena vez, lo que sea que eso signifique...

-Francisco Delfino.

Pd: se han fijado que me encanta el uso de las cursivas? Estará allí la clave?...


No hay comentarios:

Publicar un comentario