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jueves, 15 de marzo de 2012

La palabra de aquél hoy, es "Ocluyen".



"Por allí, a media carrera (para efectos de ésta lectura entiéndase carrera como lo estudios universitarios y no se cometa el error de pensar: media carrera= 4.5 años/2, porque... la mía duró un tanto cuánto más que eso.. pero bueno) fué cuando dramáticamente aprendí que cuando una extremidad del cuerpo, en aquél caso una pierna, sufre un traumatismo muy fuerte, particularmente al nivel de una de las articulaciones, las venas y arterias "ocluyen" (chingueasumadre! -pensé yo- y qué es eso?), ésto significa que se cierran por completo. 

La naturaleza del maravilloso cuerpo humano responde a tal traumatismo preparándose para lo peor, que es que la extremidad se arrancada y cierra el flujo sanguíneo para evitar una hemorragia fatal, muy sabio, no? Dos cosas pueden suceder como desenlace a lo anterior 

1.- Que la extremidad sea desprendida violentamente del cuerpo y la oclusión evite morir desangrado ó 

2.- Que la extremidad sea severamente lastimada pero no deje de formar una sola masa con el cuerpo. 

Si el segundo es el caso, puede suceder que las arterias regeneren su caudal irrigando nuevamente la pata, ó que nunca a pesar del tratamiento y cuidados de los galenos vuelvan a abrir, teniendo que amputar irremediablemente el miembro en cuestión ante una horrible gangrena esperando a ocurrir.

El pinche cuerpo es sabio, me cae. La mente... la mente es... es un poquito más complicada... A la mente le gusta disfrazar los eventos traumáticos como rasgos de personalidad, los riesgos graves declarados como conquistas de sí misma (particularmente a ciertas edades para unos, para otros toda la pinche vida), los retos edificantes como batallas que hemos elegantemente de escoger, los espejos como erróneos retratos al óleo (muy caros pa’ ser tan malos) y nuestras voces como leyes absolutas del universo y regiones circunvecinas.... 

A la mente pues por ejemplo, no le cuesta trabajo alguno arrancarse los pelos de la nariz de uno en vez (y encontrar placer) en ello si no es que de paso hasta identificar una exótica analogía con alguna virtud del dominio popular...

A lo quiero ir pues, es a reflexionar sobre el ejercicio de oclusión pero no en el cuerpo, no en el cerebro pero, en la mente. Porqué la mente se empecina en establecer como eternas y propias todas sus facultades, herramientas, funciones, personajes y personas? No vayamos más lejos, los mísmos brazos y piernas de las que hablábamos en el primer párrafo son asumidas por la mente como partes de sí mísma. Se puede vivir sin brazos y sin piernas? sin duda¡! y ser felíz de ese modo. Pero no habrá quién (salvo personas que padecen alguna dismorfia patológica) diga, que prefiere carecer de tal o cuál parte a estar "completo". 

Debemos procurar sentimientos elásticos, que ocluyan y abran a voluntad. Incrementar el flujo hacia ciertas áreas, personas o funciones cuando sea necesario y cerrar ese flujo de energía (llámenle afecto, amor, etc.) cuando perdemos alguna entidad mental. 

Cuando ese miembro de nuestro mapa mental ya no existe, o por el momento no está, toda la energía que fluía hacia allí debe ser reasignada para no congestionar y gangrenar los tejidos mentales. Habrán miembros que se logren salvar y la tarea es abrir esos sentimientos, dejarlos fluír de nuevo a nutrir y fortalecer la unidad reestablecida. Los miembros que no puedan permanecer o regresar y se deban perder por la salud mental, dejarán siempre dentro una energía que podremos conservar, ocluyendo sentimientos y re-asignando los recursos.

Me consta desde ese entonces que los lapsos a veces prolongados en los que no se sabe si esas vías abrirán su caudal de nuevo, producen terror y ansiedad. Quizá lo único que efectivamente pueda prevenir un desenlace traumático sea el cuidado que procuremos para los tejidos que protegen tales vías, las costumbres y disciplinas que adoptemos para que nunca tengamos que hacer vigilia inmersos en la incertidumbre que consume".



-Francisco Delfino.    

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